martes, 3 de febrero de 2009

Lectura Romanos 12: 1- 21.
Por: Vladimir Orellana Cárcamo.
Domingo 18 de enero de 2009.


Cada pueblo o comunidad recuerda y conmemora acontecimientos que de alguna manera han marcado el curso de su vida socio-cultural y religiosa. El próximo martes 20 de enero, será una fecha que ningún miembro del Ministerio Cristiano Canaán debería pasar por alto: estaremos cumpliendo un año de habernos trasladado para el nuevo terreno en el cual se construye un amplío santuario en el que miles de creyentes glorificarán a Dios.

Aún recordamos aquella tarde luminosa de domingo, en la cual en desfile partimos del antiguo edificio, en el cual por 24 años funcionó nuestra iglesia. Muchos quizá esa tarde fuimos enternecidos por la nostalgia al momento de partir del antiguo local del templo, al recordar los momentos alegres y tristes que Cristo nos permitió experimentar en ese lugar. Sin embargo, poco a poco, al ir entonando cánticos de júbilo e ir ondeando banderas con mensajes cristianos por la calle, desapareció todo sentimiento de añoranza por lo que dejábamos atrás. Pues teníamos la seguridad de que íbamos para un lugar más amplío y en el cual muchas más personas llegarían a escuchar la predicación del evangelio y a regocijarse en la presencia del Señor Jesucristo.

El ingreso a las instalaciones del templo provisional, construido gracias a las ofrendas de muchos hermanos, fue un momento impregnado de gozo. Algunos asistentes derramaron lágrimas no de tristeza, sino de gratitud. Y en ese día histórico, nuestro pastor general Mario Granados, invitó a la numerosa congregación a tributarle alabanzas al Creador por haber permitido llegar a la propiedad que Él nos había concedido.

No obstante, los primeros días en las nuevas instalaciones no fueron nada confortables. Las incomodidades se percibían a cada instante, el polvo se levantaba con el viento veraniego, las sillas no eran suficientes, el piso era polvoriento, el sol en el culto dominical de la tarde fatigaba a los asistentes. Estas y otras limitantes más de infraestructura crearon cierto desanimo en algunos hermanos, sin embargo, a otros no les importaron las molestias y aprovechaban cada reunión cristiana para llenar su vida espiritualmente.

Ante dicho panorama, nuestro pastor general y el Comité Pro Construcción solicitaron al pueblo de Canaán ofrendas a fin de comprar más sillas, encementar el piso y realizar otras ampliaciones y mejoras al edificio temporal, pues con el correr de las semanas asistían más personas quienes al final de cada predicación optaban por recibir a Cristo como su Salvador personal. Es así como paulatinamente, al local del santuario se le ha ido proveyendo de los elementos básicos para que la permanencia de los hermanos resulte agradable durante los cultos.

No obstante, el reto que debe movernos a todos los que formamos parte de la gran familia Canaán es seguir contribuyendo con nuestras cuotas para la cancelación del terreno, como también para la construcción del “mega templo” el cual tendrá capacidad para congregar a miles de personas necesitadas de la fortaleza y del poder de Cristo. Hoy más que nunca hacemos nuestras las palabras de San Pablo, “…transformaos por medio de la renovación de nuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” (Rom.12.2).

Gracias demos al Padre Celestial por la visión que Él depositó en nuestro pastor Mario Granados, consistente en edificar un magno templo, no para vanagloria de ningún hombre o para una denominación, sino para que sea “Casa de Dios y puerta del Cielo” en esta agitada ciudad de Soyapango. Si bien es cierto los miembros de Canaán no somos grandes empresarios, ni personas con influencia política y económica; pero somos una comunidad cristiana que le ha creído al Todopoderoso y que se esfuerza por realizar su voluntad. ¡Adelante hermanos, que la visión divina nos inspire cada día!